
Aunque soy de naturaleza impresionable, también me hubiera gustado ser el capitán Picard, descubriendo nuevos mundos o la Von Binglen creando permanente entre cantos gregorianos y silenciosos claustros o como en alguna ocasión aquí me referí, Mary Poppins viviendo en un mundo mágico que no magico que diría mi amiga Helena. Bien a lo que iba….”de naturaleza impresionable” sí creí que era un honor formar parte de un colectivo que había sufrido tantísimo y que a pesar de eso se levantaban y caminaban siglo tras siglo.
Hoy después de casi 40 años me siento apabullada, avergonzada, situada casi en el límite de la aceptación de cualquier tipo de defensa si me impusieran un yugo que no me permities vivir, desarrollar mi condición humana o la de mi familia.
No soy analista política y voy descubriendo que a golpe de reflexión y de tanta matización perdemos el enfoque central. Particularmente no puedo aceptar una manera de comprender el mundo en el que la defensa de mis intereses oprima a los demás. Es simple mi razonamiento y tal vez el tema no se pueda ni se deba despachar de una manera tan sencilla, pero creo que el sufrimiento de un colectivo no debe ser una justificación para provocar más sufrimiento, mayor injusticia, perdidas irreparables.
Así lo veo.