20 noviembre 2005

Entre esperanzas

Hoy es un buen día para el recuerdo. Hace 30 años yo tenía 20, hacía seis meses que me acababa de casar y tal día como hoy me levantaba de la cama con la noticia de que el Generalísimo había muerto (por fin). No recuerdo si Enric y yo lo compartimos por la mañana, pero sí recuerdo que cuando llegué a mi trabajo, por aquel entonces en una empresa textil, como administrativa en la sección de almacén, me dirigí a un hombre mayor que hacía los paquetes para enviar los pedidos, y nos abrazamos. Él fue un militante republicano que hizo la guerra y toda su vida, a pesar de la normalidad, se sintió vencido. Hoy quiero recordar su nombre y no puedo. Pero me emociona pensar que aquel 20 de noviembre de hace 30 años una joven de 20 años y un hombre de 60 compartieron la esperanza de vivir tiempos mejores.
Luego pasaron tantas cosas y los jóvenes de entonces, los que corríamos delante de los “grises”, paseábamos por las Ramblas con claveles rojos para festejar silenciosamente la inexistente revolución de los claveles portuguesa o llenábamos los conciertos de Raimon mientras nuestros corazones también se llenaban de emociones y esperanzas de futuro. Aquellos jóvenes, decía, hoy nos reímos con cierta nostalgia de aquella época pensando……qué jóvenes éramos!!! Pero yo creo en la utilidad del gesto, en la necesidad del riesgo y más cuando en la inconsciencia de la juventud el ideal manda al corazón porqué eso es lo que queda luego. No sé si sirvieron de mucho los gestos, los riesgos, las reuniones clandestinas, pero sí sé que nada hubiera sido igual sin todo aquello. Pero sobre todo sé, que si no hubiese vivido todo aquello, hoy esa vida que he ido construyendo, sería distinta y en el discernimiento de las cosas que el vivir te depara, aquella posición que a los 16 años ya tenía clara, no habría sido una guía para no perderme, o no perderme demasiado.
Todos mis amigos y mis amigas estuvimos en ese bando. Todos vivimos el tiempo en que ir a una manifestación era peligroso y eso a todos, afortunadamente nos ha creado una cierta escuela que no podemos abandonar.
Mis hijos hoy, son mayores que yo en aquellos momentos. Ellos han vivido otras experiencias que también les ha formado y les ayudará a crecer.
Yo me alegro de haber vivido ese tiempo.

18 noviembre 2005

Entre prisas

Una interesante conversación entre Joan, dueño de la ferretería que me proporciona clavos y demás artilugios para mejorar mi hábitat, Albert dueño de la floristería que me proporciona plantes i flores para también, mejorar mi hábitat y yo misma que pasaba por allí como siempre con la cabeza en las nubes. Curiosamente aún sin cabeza me reconocieron y me invitaron a dar mi opinión sobre el Estatut, Maragall, los impuestos, siempre demasiado elevados para los comerciantes y sobre la actitud del PP. Servidora por mi parte andaba pensando en la complejidad de los roles que cada cual desarrollamos en el espacio de tiempo de que disponemos. En el complejo equilibrio de las relaciones. En el crédito emocional que estamos dispuestos a ofrecer en cada relación. En la percepción de las cosas. Tambien en lo abandonado que tengo el blog, lo poco que atiendo a mis amigas y lo mucho que las necesito y que queréis Maragall, los impuestos, el Estatut y por supuesto el PP me distorsionaban la cadencia en la que mi pensamiento se columpiaba. Así es y así os lo cuento. Pero siempre se puede hacer un esfuerzo y a pesar de todo a mi Maragall me gusta y más “maragalladas” hace o dice, más me gusta. Que pena los políticos tan políticamente correctos! Que pena no saber subir a la maroma y saludar a la caída! Que pena tanta vulgaridad! Si queridos Albert i Joan, me gusta ver a Maragall poniéndole una corona de espinas a Carod, me gusta que diga lo que piensa sin pensar en las opiniones de todos. Me gusta que se cuestione la efectividad de un gobierno, el suyo, poco efectivo exactamente en las Conselleries que el ha señalado. Y me da pena que el Tripartito haya frenado un impulso regenerador.
No, amigos no creo que los impuestos sean tan caros y sí creo que nos los devuelven con servicios. Posiblemente el Estatut haya que defenderlo hasta un punto, aquel que no nos separe de nadie pero que nos permita crecer y del PP y su política, esta sí, separatista, creo nos excita la memoria del pasado, las diferencias insalvables, la mentira por encima de los argumentos, prefiero no opinar porqué se me calienta el ánimo y ya he tenido un día agitado. Y ahora parto rauda y veloz hacia mi casa donde mi perra me espera para su paseo, adiós amigos.



02 noviembre 2005

Entre antiguas fotografias

Ayer mi madre apareció por casa con un viejo álbum de fotos que yo recordaba haber mirado con gran deleite cuando fui niña. Se trata de un álbum apaisado con las tapas de piel de serpiente, las cartulinas interiores grises y con puntos de enganche para las fotos. Para protegerlas, entre cada página, un blanco papel de seda transparente, ahora con manchas marrones que ha tiznado el paso del tiempo. Escrito con una letra gótica impecable (la de mi madre) sobre algunas páginas grises, unos títulos como “Un día en la Playa” o “En la Montaña”. Allí aparecen fotos de una joven entre los 16 y los 22 años, feliz, divertida, disfrutando de una juventud que aunque por la época, mediados los 50, debió de ser muy difícil, no parecía condicionarla demasiado.
Veo una persona de mirada penetrante, bailando, tomando el sol, disfrazada de hurí, acompañada por sus amigos y amigas. Una joven junto a su inseparable cámara de fotos de bacalita, con funda de piel, que disparaba sobre escenas para que hoy sus hijas, o sus jóvenes nietos se hayan fijado en aquella joven mujer tan independiente, tan decidida, tan bella, tan fuera de lo común para aquella época y también para mí.
Por la noche, ya con más calma, volví a repasar cada una de las fotos intentando asomarme a aquella vida que iba evolucionando en aquellos espacios por los cuales unos años más tarde iba yo a nacer. Pero todavía no. Aquel ahora era el momento en que Teresa disfrutaba del mar, de sus amigas y amigos, del baile y de las risas. Más tarde la tristeza la secuestró, pero ahí, en aquellas fotos, dentro de ese mundo, todavía no. Todavía la vida le reía y todo parecía moverse con la rapidez con que se mueve el mundo en la juventud, cuando todo requiere futuro y en éste nunca parezca pintar bastos.
Siento una sensación extraña y una ternura inmensa hacia esa joven de la que nací y de la que he sido testigo de su maduración y ahora de su vejez. Siento al ver las fotos una comprensión de mi madre que va más allá de lo que aquí puedo describir y que me emociona sin saber demasiado por qué. Tal vez a veces los interrogantes no tengan que ser necesariamente atendidos. Tal vez ahora sólo sea momento de sensaciones, de reencuentros, de que se manifieste el intenso amor que siempre he sentido por esa mujer inteligente, decidida, culta, que es mi madre. Tal vez ver toda una secuencia de vida, mi madre joven, mi madre vieja, me sitúa ante la principal verdad de los humanos: cambiamos, perdemos fuerza vital, morimos. Pero ayer noche la vida a través de las fotos parecía pararse en aquellos años de posguerra donde ella era feliz.
Cuando Teresa apareció ayer con el álbum de su juventud, nos quiso decir a todos: Yo también fui joven, yo también fui bella, alegre y sentí ilusiones.
En la imagen Aseret de la exposición La veu estrábica