
En el vaporarium, un lugar precioso construido en piedra, una cascada natural deja caer el agua termal que provoca un vapor que se concentra en dos zonas; una más densa que ayuda a desatascar las vías respiratorias altas y otra en la que el vapor es más fino y mejora las vías respiratorias más bajas. Allí una mujer menuda se flexiona como si de goma fuere y su cuerpo musculoso y fibrado parece el de una mujer joven, pero ella tiene 62 años.
Mis otros compañeros de vaporarium son mayores de cuerpo y no sé si también de alma. Una lección, yo si puedo elegir voy a ser como Marisa que así se llama la joven mujer mayor. La felicito y le pido la fórmula y donde se vende y me dice lo que yo ya creo saber y no practico: disciplina hasta que el ejercicio se convierte en necesario. O sea: Hay que hacerse adicta a las endorfinas y punto. Lo cual me provoca otra controversia: ¿Necesito yo otra adicción?
El paseo de tarde-noche es espectacular por su quietud, placidez y recuperados olores a campo. Cuanto tiempo sin olerlos.
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