02 junio 2007

De despedidas y encuentros

Cae la tarde y con ella se apagan los días que este paisaje me ha acompañado durante 9 lúdicas jornadas. Ha sido un largo por intenso, aunque corto periodo de soledad e introspección.
Lo necesitaba.

Lejos del mundanal ruido el murmullo mental se aquieta y el alma se serena.
Los sentidos se han colmado. Los ojos se han llenado de belleza, de paisajes amplios, de luces tenues, de nuevas formas. Los oídos han captado el misterio del sonido del agua, en cascada, manando del subsuelo o corriendo libre por el campo y los altos árboles a merced del viento me han susurrado lo que yo esperaba saber. Los sabores de los manjares han estado a la altura del lugar y toda mi piel puesta en contacto permanente con el valor más preciado que tenemos, el agua. ¿Que más podía esperar?

Ahora me queda recoger y partir. Volver a mi querida y ruidosa ciudad, con los míos. Donde siempre, para seguir. En mi partida me llevo esas impresiones sensoriales, pero también ojos y caras de personas que se han acercado a mí para darme pequeños y valiosos mensajes que no han caído en saco roto. Porqué básicamente venía a recogerlos. Me llevo sus miradas, sus palabras, sus cuerpos que han sido un paisaje tan valioso como el que he ido describiendo. Jóvenes y mayores han ido desgranando miradas, sonrisas, palabras que han dado significado a algo que hoy valoro más: compañía y un cierto cariño que se aprecia entre los desconocidos que convivirán un tiempo y luego los destinos se encargaran de dispersarlos al albur de los vientos propios.
De estos días saldrá una experiencia, otra más, que me llevará hasta el lugar desde donde he de seguir.

Probablemente volveré a este lugar, pero será otro momento y al de hoy no le ha faltado nada, nada.

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