16 junio 2007

Libertad

¡Sin manos! Gritaba ella bajando con su bicicleta la extremada pendiente que unía ambos extremos de la calle.
¡Sin manos! Y todos aquellos que subían la cuesta la miraban envidiando su ligereza mientras que los que bajaban se sentían asustados por si aquella osadía se les viniese encima.
Ella se sentía libre cuando el viento le daba en la cara y a la velocidad que bajaba con su bici el aire chocaba contra su cuerpo y le llenaba la boca en un ahogo que la expandía.
Cuando llegó al final de la calle Honda, que era el nombre de aquel lugar, posó sus manos en el manillar y frenó levantando una polvareda con la que consiguió un fotograma mental que la dejó satisfecha.
Luego se fue a nadar al rio, donde le esperaba un tiempo pequeño, un par de sonrisas, tres peces y un bocata de jamón que se comería mientras el sol bajaba con la misma velocidad con que su bicicleta atravesaba la calle Honda.

2 comentarios:

El Apestado dijo...

"Cuando llegó al final de la calle Honda, que era el bonito nombre de aquel lugar", se dio contra el plantea y gritó: sin dientes....

La voz estrábica dijo...

Bueno apestado veo que has llevado la bici al "lugar común"