12 junio 2007

La metafísica del placer

La vida es extrañamente caprichosa.
Manifiesta su esplendor al mismo tiempo que nos muestra su gesto más cruel y lo más paradójico es que las dos expresiones forman parte de lo mismo, de la misma unidad.
Son uno en su antagónica diversidad. La vida fluye en un cauce espacioso y eterno o lo que es lo mismo aunque parezca contradictorio, la vida fluye desde el no espacio y el no tiempo. Desde el propio vacío, desde la inmensa o tal vez microscópica nada.
Y morimos para seguir viviendo de otra manera, no en otro espacio o en otro tiempo, sino desde otro concepto al que no estamos habituados ni identificados con él. Vuelvo a la metafísica porqué respiro mal y seguramente es porqué demasiadas noticias paralizan mi diafragma.
Me disciplino y hago yoga y natación, pero mi diafragma no se relaja y la idea de la separación ronda un cuerpo al que quiero recuperar para la vida activa en lugar de abandonarlo a su suerte que no es otra que la propia decrepitud de los años.
Vuelvo a ciertas ideas que elevan mi espíritu hacia el goce, mi último objetivo, al que aspiro llegar lenta y sutilmente, paso a paso, minuto a minuto, sin prisa pero sin pausa, sin miedo, con poco ego, abierta a este mundo que hasta hoy y espero que por los siglos de los siglos tan bien me ha acogido.

Cuando el goce se haga presente en cada instante que respire estaré preparada para irme de setos andurriales. Suavemente, con más certezas de las que hoy tengo, con menos energías pero más conocimiento, sin miedo o muy poco, abierta a las nuevas experiencias, despidiendo a este cuerpo y esa parte de mi que aquí me fue útil pero que ya no necesitaré más. Recordando y agradeciendo a todos los que fueron y a los que aún serán, porqué ellos son los que dieron dan y daran sentido a este vivir.

Así gustaría me que todo acaeciese