
Hoy en la comida con el magnífico equipo que trabajo ha salido el tema de la risa y las terapias de la risa. En general sonreímos tímidamente, reímos más bien poco, pero reírnos a mandíbula batiente, eso algun@s ni recuerdan la última vez que lo hicieron. Malo, malo. La risa viene de per sé algunas veces, pero por general hay que buscarla en la proximidad de lo cotidiano, cual si fuera un hábito que debemos establecer para nuestro equilibrio emocional.
¿Pero dónde buscar la risa? Primero en y desde uno mismo exponiéndose a terapéutico hábito de no tomarnos excesivamente en serio. Importante! Muy importante! Hay que reír con y no de y hay que reír con cariño y con conciencia de que la risa cura y lo más preciado de la risa compartida es que une. Nos une casi tanto como el dolor compartido y relaja y eso siempre conviene.
Me gusta sentir a mí alrededor risas, me gusta empezar siempre mis reuniones con una sonrisa a modo de bienvenida. Me encanta en mis espacios más íntimos provocar las risas cómplices, amorosas, aquellas que no tiene precio. Me encanta cuando en la mesa mi familia en un punto indeterminado del espaciotiempo que compartimos aparece la nota alegre o chistosa que hace que todos entremos en ese trance tan peculiar que nos invita a convulsionarnos con algo aparentemente tan extraño como los gestos de la risa.
Eso nos viene de herencia y así lo apreciamos todos. Mi padre y sus hermanos se relacionaban siempre desde el humor, blando, ácido a veces negro, siempre irónico pero nunca ofensivo, seguramente por eso Marc siempre escribe sus textos teatrales desde esos parámetro donde todos nos sentimos como en casa. O Roger es casi imposible que no haga comentarios o explique anécdotas que nos provoquen hilaridad por su rebuscada ironía. La inteligencia se muestra transparente desde el humor.
A veces la continuidad de los que se fueron quedan muy patentes en los que todavía respiramos.
En mi casa sin la risa perderíamos identidad.
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