24 abril 2007

Entre balances y libros

No es momento de hacer balance (siempre es buen momento para hacer balance), empezamos este post con acento contradictorio como podéis leer, pero ánimo coherente como podéis intuir si intuición tuviereis.
Lo del balance viene porqué es una de las palabras más en uso en boca de los políticos. La boca de los políticos suele ensuciarse en estos eventos electorales, en los post electorales también.
Si pudiese apadrinar una palabra como la bonita idea que el Sant Jordi de este año propone, apadrinaria “balanç”, por que me parece “escaient” por diferentes razones coyuntuelectorales, aunque me gusta más “balança” el artilugio de pesar y especialmente la palabra “fiel” por el “fiel de la balanza” más que por la razón del valor de la fidelidad hoy en desuso seguramente por una cierta ignorancia de su verdadero y profundo significado.
Las palabras informan aunque menos que los gestos, hay palabras engañosas y gestos malinterpretados. El gesto tiene un amago de confusión cuando no es muy firme o muy espontáneo. Esto me lleva a otra palabra bonita aunque mal valorada “mentira”. La mentira versus la sinceridad. El yin i el yan, lo bueno y lo malo. El mundo partido en un “maniqueísmo” (que fea palabra) falso e irrelevante para esconder el impulso vital más auténtico, aquel que aparece de las sombras para alcanzar una luz y luego volver a reposar en el oscuro vacío fértil donde la unidad es lo único.
En los libros palabras, muchas, bien ordenadas, que cuentan historias que creamos en nuestras mentes y en otro orden vibratorio tal vez se materialicen y nos convirtamos en pequeños dioses creadores de quimeras.
Ayer compré varios libros y me han regalaron otros tantos en un “bati
burrillo” (que palabra tan simpática) que se ordena de manera ecléctica. Así alimento mi mente de manera desordenada y creativa, aunque puestos a ser una diosa prefiero crear realidades distintas a realidades monotémicas y aburridas. Últimamente no se muy bien por qué, estoy más por la labor de ahuyentar a la pequeña urbanita y recibir a la gran campesina que hay en mi, por tanto el olor a campo campea (redundancia sonora) por mi casa cada vez que abro mis nuevos libros.
Adios

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