07 abril 2007

La ciudad vacía

De nuevo en la ciudad de los prodigios, aunque el prodigio está en que la ciudad está vacía.
¿Eh, pero donde estáis todos?
Paseamos Bruna y esta servidora por mi calle solitaria y son las 8,30 de la mañana, ningún hombre o mujer con el carrito en busca de la compra, nadie en busca del periódico, ningún paseante de perros como yo!!!
¿Eh, ha habido una hecatombe de la que todavía no me he enterado?
Hoy hay sol y en mi retina todavía la nieve, el viento, los encuentros en la tercera fase.....
Las Cantatas de Bach, siguen animando mi ambiente, si mis vecinos las oyeran (pero no lo hacen porque, como ya he dicho, aquí no hay nadie) pensarían que cumplo con las prescripciones católicas de escuchar música sacra en Semana Santa. Debo confesar que la música de Bach me inunda de belleza, de serenidad y es una sensación que me produce un efecto similar al del oleaje del mar.
Las llamadas de teléfono fluyen como el rio Freser. Mi sofá me acoge como ningún otro sofá y la sensación de confort me invade. Sé que he llegado a una edad en la que la confortabilidad importa. Es así, así es
Cerramos libros, deshacemos bolsas, hacemos lavadoras, reímos, paseamos por las Ramblas al lado de personas de otros países y nos recuerdan que hace un año en Roma o en Florencia también nosotras paseábamos con un mapa y otro acento.
Las ciudades tiene eso, dan comodidad y paisajes de cemento iluminados por luces de neones, si te acostumbras hasta te puede resultar agradable.

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