19 febrero 2007

Al cerrar la puerta

Hay días que cierro la puerta del despacho y me voy a casa con la conciencia de que ha sido un buen día. Suele tener relación con haber conseguido mejoras para el proyecto: un buen contrato, un buen precio, una idea útil o práctica, una sensación de seguridad de que “la nave va”, la certeza de que no hay demasiados errores o que los errores están controlados o son previsibles e incluso admisibles, la comprobación de que los números están proporcionados. En fin que algunas de mis satisfacciones profesionales tienen mucho que ver con el desarrollo del proyecto. Pero otras veces cuando cierro la puerta de mi despacho y me voy, siento que me alejo de personas con las que me une una relación que me enriquece y con las que poco a poco se tejen lazos de cooperación que van más allá de las propias relaciones profesionales.
Una jornada laboral da mucho de sí, son muchas horas compartiendo ideas, productos, procesos, dudas, certezas y en ese tiempo también hay risas, miradas irónicas, humores buenos y malos, tensión, satisfacción, respeto y en muchas ocasiones cariño. En esos espacios siempre nos terminamos mostrando y yo creo que siempre para bien. No suelo nunca idealizar a nadie, tengo suficiente experiencia para saber que nadie es perfecto y la sola idea de perfección me abruma. En cambio me gusta pensar que sé apreciar las habilidades que cada persona aporta al proyecto que todos tenemos en común y mi experiencia me dice que es desde aquí desde dónde se construye.
En este quantum de actividad personal y profesional que es la Fundación nadie absolutamente nadie somos imprescindibles y en cambio cada día tengo mayor certeza de que sí somos todos necesarios.
En estos dos años se ha venido gestando una manera de hacer que es el resultado de todas las miradas, de todos los esfuerzos puestos en función de un proyecto que creemos útil para los demás. No hay secreto porqué el secreto está en creer en lo que uno hace. Tal vez es el valor de trabajo bien hecho.
Siempre he querido ser profesionalmente como mi padre, el fue un director entregado y querido por su equipo que en su jubilación le llenaron el alma de cariño y esa forzosa separación no le fue fácil de llenar.
No soy él, ni tengo su carácter comprensivo, afable y encantador pero me gusta pensar que como él, el día que diga adiós a mi vida profesional, esté donde esté, reconoceré en las miradas de mis compañer@s un brillo de ausencia anticipada y aunque no siempre soy capaz de transmitir lo que siento y a veces sólo comunico lo que pienso, me gusta imaginar que cuando diga adiós a mis compañe@s, est@s olvidaran lo que no fui capaz de hacer para pensar en lo junt@s aprendimos y me parece un buen colofón.
Tal vez solo se trate de esto, de hacer las cosas de la mejor manera que sabemos.


1 comentario:

montse dijo...

Quina sort tens amb el teu treball i amb el teu equip!!... Segur que moltes persones se'n beneficiaran del teu bon fer i dirigir. Tot va lligat!!.
(ahir ja vaig comprovar el problema del correu, perque me'l va retornar 3 vegades)