El mayor prodigio del mundo, entendiendo el mundo como aquello que existe, es el silencioso vacío, eso dicen los grandes místicos. Intuyo que debe ser así pero no lo experimento. El silencio hasta hace un tiempo me dolía. Ya no. Ahora desde mi sillón mientras escribo este nuevo post, el silencio de una ciudad casi vacía lo rompe el sonido le las gotas de lluvia que caen sobre el toldo de la terraza. El cielo cerrado y gris preludia tormenta, es como una ficción de inicio de otoño. Un pequeño regalo que nos aleja del horno estival que hemos sufrido y es por extravagante atractivo. |
15 agosto 2006
De vacaciones, recordando (II)
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