24 marzo 2006

Desde la mente revuelta

Todo resulta más difícil cuando nos lo hacemos difícil. Es así, como si de un principio vital se tratara, pero que difícil hacer las cosas fáciles, que tendéncia tenemos para complicarlo todo. A veces cuando descubro a alguien con el don de la simplicidad, de la sencillez, me pego hasta abusar. Mi vida aunque la considero buena, así me informa mi carta astral, se me complica, perdón me la complico, estúpida y periódicamente, a saber: Durante años he ido modelando la casa donde vivo para que fuese un lugar muy a mi gusto, acogedor y estético, práctico y útil, pero cada 2 o 3 años me da el siroco de cambiarme a otro espacio, la idea de empezar de nuevo, de depurar lo antiguo, de estrenar nueva página, nuevo diálogo, de regenerar mis impulsos. Y eso que interesa a mi espacio interior, me somete a un estrés para el que creo no estar preparada. Alguien me dice que la creatividad si no sale me ahoga. ¿Tendrá eso que ver con esa actitud tan mía de nunca estar del todo satisfecha?
Pero sé, profundamente sé, que si no me muevo en la dirección de mi impulso tengo una sensación de muerte. Si no me muevo me muero (en un sentido figurado) no avanzo, me pierdo oportunidades. Alguien que lea esto me diría: “tal vez no se trate de andar si no de pararse y conocer bien el paraje donde uno vive y descansas) Bien mi cabeza no para y arrastra al corazón.
Tal vez deba meditar (más)

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