05 febrero 2006

Desde la soledad del domingo

Mi madre se siente sola, es domingo por la tarde y ya se sabe que las tardes de los domingos son elegidas por la soledad para visitarnos. Me lo comunica por teléfono, enfadada. Cree mi madre que la soledad es su enemiga y no entiende que debe aprender a seducirla, hacerla sentir cómoda a su lado, invitarla a un té con las mejores pastas; leerle en susurros un buen libro; ver con ella una película y ya satisfecha por el buen rollo, despedirla hasta otro día (seguramente domingo) donde juntas pasaran otro buen rato. Mi madre una mujer tan inteligente, le cuesta entender que lo que nos resistimos a aceptar persiste en nuestra vida de manera insistente y machacona.
¿La soledad es una ilusión de la mente? No podria afirmarlo con rotundidad, pero sí se que hay que aprender a acogerla, a saber que nos dice, lo que quiere de nosotros, lo que podemos nosotros ofrecerle.
Llenar la vida de espacios ricos en colores, sabores, sonidos, imágenes que ofrecerle, dejar que elija de entre todo aquello que más le plazca: un concierto, una lectura, una confidencia, un buen poema, un espacio de creación y darle la posibilidad de crecer contigo para que se vaya feliz cuando llegue una visita para abrazarnos.

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