08 octubre 2005

Entre revelaciones

A María le consolaría de la pérdida de su marido saber que desde algún lugar él la ve continuar con su vida, cuidando de las cosas que ambos amaban. Alguien del grupo para ayudarla le contó un sueño que tuvo unos meses después de la muerte, también de su esposo. Se trataba de un sueño muy vívido dónde el difunto, de nuevo con vida, se despedía de ella diciéndole que estaba en un lugar maravilloso y que volvía sólo para despedirse y decirle que quería que ella siguiese viviendo feliz.
Fue una revelación que la hizo cambiar su perspectiva de la muerte y lo aportaba al grupo como su experiencia.
Yo la entendí, porqué cuando murió mi abuela tuve un sueño similar; En el cementerio y mientras su féretro era depositado en el nicho, al fondo en un banco debajo de un sauce, mi abuela de nuevo con vida, me pasaba la mano por el hombro y me consolaba diciéndome: No llores porqué aquello que ves allí, no soy yo. Todo era tan real! Cuando desperté me reconocí llena de energía sintiendo, yo también, aquel sueño como una revelación.
El camino en coche hacia mi lugar de trabajo lo hice a pleno llanto, despidiéndome, entonces sí, ya para siempre, del cuerpo de quien me había acompañado tan calidamente durante tantos años.
Creo en la información que nos dan los sueños, especialmente aquellos que nos impactan por su veracidad. Del mundo de los sueños queda mucho por explorar.

Yo llevo su nombre. Angelina era la mujer más generosa que he conocido. Cuando la guerra invadió sus vidas, mi abuelo y ella regentaban un establecimiento de comidas en el hoy Raval. Por su negocio tenían derecho a más puntos en su cartilla de racionamiento y al parecer mi abuela tenía montado su particular auxilio social. Ofrecía a muchas personas, hombres y mujeres con hijos y sin apenas recursos para sobrevivir, comida, consuelo y cariño. Mi abuelo un catalán que combinaba bien el seny y la rauxa con la peseta, la conminaba a vigilar más el negocio, pues decía que los beneficios se les iban en las obras de caridad de la abuela.
En tiempos de guerra poder sobrevivir ya es una suerte, el resto seguramente ya no te pertenece. Angelina mi abuela, lo entendió bien, ayudo y durante su vida gozó de mucho cariño. Aquellas mujeres que habían recibido su ayuda, como agradecimiento la hacían madrina de sus hijos y por mi casa pasaban por navidades o el día de su santo muchos de sus ahijados para saludarla y felicitarle. Fue una mujer querida y yo siempre la sentí cercana a todos y feliz.

Hay personas con una sabiduría innata para construirse una buena existencia. Suelen tener vidas sencillas y pasan dejando cariño. El suyo todavía lo siento a pesar de los más de 20 años de su partida.

A ella le dediqué mi último libro de poesía y ahora colgaré su foto en este blog porqué en mi corazón tiene mucho espacio para vivir, como yo lo tuve en el suyo. Es cierto que la relación con las personas que ya no están sigue. No está basada en los parámetros convencionales desde los que sabemos reconocernos pero si estamos atentos, hay señales de su paso por nuestro cuerpo en las miradas, los gestos, las similitudes. En nuestro carácter, en nuestras creencias que nos pertenecen porque les perteneció y hoy forman parte nosotros.

Son ellos en nosotros.

Siempre procuro no olvidarlo


En la foto Angelina Cisneros Barberá (1898-1983

4 comentarios:

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

No només jo penso que escrius mot bé. Emocionant el post. M'agradarà continuar llegint-lo.
Fins aviat

Anónimo dijo...

La iaia Angeleta va ser una dona realment entrenyable e irrepetible, gracies per recordarla
Enric

Anónimo dijo...

Que momento tan agradable recordando a la abuela.Nos enseño tantas cosas de la vida!!
Gracias por este momento tan especial