29 julio 2005

Entre el viento y la entropía


Esta madrugada he sentido como un viento de mar se ha levantado y con furia se ha parado en mi ventana golpeando una y otra vez hasta exigir mi atención. ¿Como tratar un viento malcarado que exige un espacio dentro de mí casa, todavía llena de imágenes oníricas? ¿De que hablaríamos si me doblegase a su exigencia, él, yo y una parte de mi sueño interrumpido que me insiste en continuar? ¿Como atender sus signos y sobre todo, por qué el viento parece enojado conmigo?

Preguntas que dormito desde la terraza de un café céntrico de una plaza céntrica de mi ciudad excéntrica pero acogedora. Vivimos distraídos a las formas que se entretejen a nuestro alrededor. Relatamos una única historia que empieza en el génesis donde se gestó la entropía y continúa con todas esas caras nuevas que se suceden unas a otras. Podría contar cientos, tal vez miles de personas paseando delante de mí, con una vida colgando a modo de bolso que contiene todo aquello tan imprescindible como predecible. Todas con su porción de desencanto, de engaño de miseria y de resurgimiento. Todas en clave de verano, uniformadas, sinceras en su verdad más profunda y oculta, entretenidas por las circunstancias, los eventos, la información.

Dejé, al fin, entrar al viento, no traía nada inquietante, tal vez un poco de soledad que se mezcló con la mía, tal vez hambre de siglos que no pude llenar con el café con pastas que le ofrecí.

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