
Al salir y mientras paseaba con unos amigos en busca de un restaurante dónde acabar la noche, pensaba que, de morirme en aquel momento, habría comunicado a casi todos mis seres queridos mis sentimientos y ese pensamiento me confortaba y conmovia enormemente.
Luego en la soledad de la noche pensé sobre lo afortunada que me sentía por vivir y por haber aprendido con los años algunas claves que me hacen estar cada día mejor en mi espacio interior. Agradecí tanto afecto recibido y me reconocí tranquila aunque exultante de cariño.
Antes de cerrar la luz reflexioné sobre algunas claves ocultas que en la cena Jordi, mi amigo y prologuista me descubrió y que siguiendo su pista aparecieron con fuerza y dieron más sentido, si cabe al poemario.
Mañana lo intentaré explicar.
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