
Los invitados llegan sonrientes, salivando al oler los aromas que produce el animal fenecido y los jugos que provoca su infusión con las verduras. Se sientan esperando la aparición del cadáver en porciones.
El mago alquimista espera impaciente la opinión de los comensales. Todos aprueban y aplauden, sus estómagos ahora son pequeños cementerios que acogen los restos del animal.
Para digerir mejor beben un caldo de 40 euros la botella y ríen contentos.
Buen provecho
1 comentario:
nena, m'has fet pasar la gana només de pensar en el cementiri que guardo
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