24 febrero 2006

Desde la rosa del desierto

Ayer en el restaurante mientras la camarera, con su túnica negra escanciaba el té verde y dulce en los vasitos de vidrio pintado con doradas cenefas y tras un suculento cus-cus, me sentía serenamente feliz. Roger decía apreciar el anonimato de vivir alejado del centro de trabajo, una gran escuela llena de niños y padres. Marc apreciaba su actual vida y reivindicaba su espacio de “pendoneo” Tania, la organizadora de la cena, disfrutaba de la buena mesa, del ambiente, de la conversación, admira a Enric por saber ser feliz en cada momento, pero ella también lo sabe ser. Una cena tranquila y deliciosa.
Ya en casa cansada pero muy despierta, atenta al momento me sentía feliz, percibía felicidad en mi familia a pesar de los distintos avatares que a veces aparecen y rompen alguna sonrisa.
Todo esta bien.
Puedo apagar la luz.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Para nosotros esa cena también fué un momento muy especial, tanto por la cena como por tu compañia... vaaaale y también por la de Marc.
Un petó.
T&R