25 septiembre 2005

Entre sorpresas te da la vida

Esther era una mujer muy lúcida aunque inquietante. Casi siempre su lengua adelantaba la palabra que la otra persona iba a pronunciar. Esta circunstancia que resultaba tan divertida cuando Esther era niña se volvió con el tiempo incómoda para los otros y tanta previsión era cargante para todos: amigos, vecinos y hasta un novio, que terminó por dejarla harto de sentirse escrutado y tan previsible.
Con el tiempo creó toda una teoría para aislarse de las palabras pensando que ellas en su anticipación la habían dejado en el miserable aislamiento en que se hallaba.
Optó por la música y las imágenes pero censuraba toda palabra. Veía la televisión sin voz, oía la radio sin voz y hablaba sin voz, hasta que olvidó el nombre de las cosas.
Cuando esto sucedió pensó que ya no habría solución para ella en un mundo tan lleno de verbos y pronombres y especialmente adjetivos (a estos no los soportaba)
Y fue justo el día que cumplió los 50 que llamaron a la puerta, y en el quicio una mujer alta, de ojos escrutantes le sonrió, y pasando al interior aún sin ser invitada, se sentó en su mesa y colocó un pastelito con una vela. No mediaron palabras y nunca jamás las pronunciaron. ¿Para qué? Aunque todo lo que pasó Esther ya lo sabía y en el frigo una botella de cava aguardaba el encuentro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aquesta Esther em recorda algú...

Original el conte.

Petons