25 agosto 2005

Entre(tiempos)

Paseo por el camino de ronda, recuperado por el Ayuntamiento no hace demasiado tiempo, y que parte del Mirador del Alcalde y rodea el Castillo de Montjuich, entre pinedas y siempre el mar, portuario y enorme de fondo.
Es la siempre presente Montaña; allí nació mi padre en la calle de la Primavera nº 11, me dijo poco tiempo antes de morir y conservo vivos recuerdos suyos que me devuelven un niño travieso bañándose en la fuente dónde una hermosa joven de mármol lo contemplaba. También allí, de pequeña pasé domingos de vertigo en el antiguo parque de atracciones; aprendí a nadar en la piscina municipal que después sería Olímpica; más tarde en la adolescencia descubrí la belleza de lo sencillo en las piezas románicas que el actual MNAC continúa ofreciendo, ya remodelado y visiblemente mejorado. Descubrí lo paseos románticos por los jardines decimonónicos de la Font del Gat; la existencia de otras culturas y otras costumbres en su expresión más cruel de las cabezas reducidas del Museo Etnológico. Más tarde el cementerio, una enorme ciudad de los muertos y el valor de la vida por la crueldad de la pérdida.

A lo largo de mi vida en este lugar tan lleno de sorpresas he vivido muchos buenos momentos ligados a los afectos, paseos con personas que he amado, los últimos paseos con mi padre semanas antes de su muerte, sentados delante del Pueblo Español despidiéndonos de su presencia.

Pero tambien la Montaña a lo largo de los años me ha
ayudado a mejorar mi percepción sobre los espacios creativos propuestas antiguas y nuevas creando una red de espectáculos teatrales, musicales, plásticos. Recuerdo algunos “grecs” inolvidables o aquel Shakespeare con Marc dónde decidió profesionalizar su pasión por el teatro. Espero cada año con impaciencia la programación que la Fundació CaixaForum hace de su festival de Música Antigua, la buenas exposiciones en la Miró, especialmente la exposición de mi admiradísimo Jirí Kolár que tuvo consecuencias inesperadas en mi propia creación.

Siento que he recibido mucho de mi particular montaña mágica y cuando me adentro en ella siempre me ofrece aquello que exactamente necesito, como si me identificara como la niña estrábica que hace 45 años paseaba ya por sus laderas buscando recoger algún interrogante que ponerse por sombrero.

Sigo paseando sus entrañas , como hoy, para poner mi cuerpo en forma mientras mi espíritu se regocija con el encuentro y mi mente saluda a todos mis otros yos que van saliendo al paso para recordarme que aunque pasan los años, mi niña, mi adolescente, mi mujer enamorada, mi adulta triste, mi yo artista, mi yo hija, mi yo madre, la mujer madura que hoy me representa se pasean todas juntas y la Montaña nos sigue acariciando y nutriendo esta personalidad contradictoria, inquieta, calmada, alegre y triste creativa y destructiva que la vida y tal vez un poco yo hemos ido dibujando a través de lo que sin duda más necesito después del afecto, la creación. Es entonces cuando comprendo la necesidad de los recuerdos. Tal vez sea por eso que vivo tan cerca de ella.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Veig que tens els teus lectors una mica descuidats. Estic neguitosa per llegir el teu nou bloc.No triguis gaire a penjar-lo, si et plau.