
Verdaderamente la merece, me emociona. Allí está la juventud en su estado más puro. Un David que vence a Goliat y su stablishmen. Un David arrogante, seguro, tranquilo. Lo miro y lo sigo mirando y me asomo a la verdadera luz de la creación. Y allí estamos los turistas emocionados ante la perfección. No hay análisis. No lo requiere la belleza cuando emociona. El David, la pureza.
Luego las pinturas románicas que tanto me gustan.
Un buen día y camino del hotel, Mon los llama casa, tiene razón es lo más parecido que tenemos a nuestro hogar en esas otras ciudades, camino del hotel decía, por las calles del centro un músico arpegia en su guitarra “Juegos prohibidos” en el ambiente una calidez de primavera señorea las calles y la Chiesa Orson Michelle se nos abre a sus celebraciones, al fondo un fresco de una virgen románica y unos fieles celebrando.
Respiro profundamente mi viaje se acaba. Me apetece volver a casa sin irme.
Buena paradoja!
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