
A veces los objetivos no nos dejan ver el pan nuestro de cada día. El vivir o tal vez el mal vivir tiene estas cosas, nos oculta lo importante y nos muestra un montón de urgencias que nos son ajenas.
Después de meses y meses sin escribir me muestro triste y trascendente porque esta semana enterramos a un hombre joven que fue durante muchos años mi jefe y luego mi amigo. Sufrió una enfermedad fulminante que él combatió durante más de tres años. Durante todo ese tiempo, pensamos juntos y hablamos mucho sobre todo esto, la vida, la muerte y como podíamos vivir ambas.
Una madrugada decidió partir, ya se había creado una alma y se sabía libre y completado. Atrás las lágrimas de quienes lo recordaremos mezcladas con la lluvia del adiós.
Nada más